Sobre el derecho a abortar

Consideraciones previas.

Como he comentado en artículos anteriores, uno de los grandes males que asolan a la sociedad actual es la imposibilidad de disentir y discutir sobre determinados temas polémicos, donde hay que acatar guste o no la posición dominante so pena de quedar excluido, señalado o ultrajado públicamente.

Da igual que se combata con razonamientos certeros, pruebas irrefutables o ejemplos didácticos, la controversia está prohibida y los argumentos falaces que defienden la postura oficialista acaban imponiéndose y extendiéndose a la mayoría de la población.

Un ejemplo paradigmático de esto es el derecho a abortar de la mujeres, hecho sobre el que ya no cabe debate público en España y que se debe aceptar como verdad revelada salvo que desee que le cuelguen los habituales epítetos de machista, fascista, retrógrado etc.

Sin embargo la cuestión no es tan simple, históricamente el aborto siempre ha estado penado y estigmatizado por todo tipo de culturas y civilizaciones, no hay una sola religión o creencia espiritual que lo defienda (salvo las de tipo satánico, hecho que cuanto menos debería hacer reflexionar), y es solo en las civilizaciones occidentales a partir de mediados del siglo pasado cuando deja de ser en algo ilegal e inmoral para convertirse en un supuesto derecho fundamental.

El porqué ha cambiado de manera tan rápida la percepción generalizada del aborto pasando de ser un acto deleznable a un derecho social y progresista es algo que se escapa a mi conocimiento y a esta pequeña reflexión, pero es probable que haya habido intereses de ciertos poderes fácticos en promulgar y extender este derecho (asociándolo muy inteligentemente a corrientes feministas), tanto por razones eugenésicas como por otras bien intencionadas pero en mi opinión erróneas. (Si se sabe con certeza, pues nunca han tratado de ocultarlo, que la Fundación Rockefeller ha sido desde los años 60 uno de los mayores promotores y financiadores de la legalización del derecho a abortar).

Lo que es indiscutible es que el aborto es una cuestión moral compleja, no solo por el hecho en sí mismo, sino también por las peculiaridades sociales del ser humano al que afecta. Será difícil que la humanidad en su conjunto se ponga de acuerdo algún día sobre cual es la decisión óptima a tomar cuando una mujer decide interrumpir su embarazo, pero sí creo honestamente que tanto la corriente actual de permisividad absoluta como la contraria de prohibir de manera tajante el aborto en todos los supuestos y circunstancias, son erróneas desde un punto de vista moral, biológico y social. Un debate certero sobre este problema no debe ser unidireccional, hay que evitar caer en posiciones extremistas y más cuando están basadas no en la ética y la biología sino en la ideología y la religión.

Empecemos con lo que debe ser claro. Primero, creo que todos estamos de acuerdo en que el aborto es una situación siempre psicológicamente desagradable para la mujer que lo practica y no exenta de riesgos para su salud, por lo que es obvio que lo ideal sería evitar en lo posible llegar a un estado de embarazo no deseado (tanto a través de educación sobre estos temas en la adolescencia, como de campañas de información sobre uso de anticonceptivos); segundo, creo sin la más mínima reserva y género de dudas que cuando un feto pueda poner en peligro la salud de la madre está debe tener el derecho a abortar. El médico debe informarla sobre cual es el alcance de dicho peligro, y con asesoramiento médico y psicológico debe tomar la decisión que ella crea adecuada.

En otros casos complejos como mujeres con graves problemas mentales o psicológicos durante el embarazo o aquellas que hayan sufrido violaciones de nuevo deberían ser los médicos, psiquiatras y psicólogos los que ayuden a la mujer a tomar la mejor decisión.

En conclusión, la excesiva tolerancia y facilidad que existe hoy en día para abortar me parece una postura equivocada, no solo por los mencionados problemas psicológicos y de salud que el aborto genera a la mujer, sino porque los argumentos que se utilizan para promoverlo y legalizarlo, tal como trataré de demostrar, están basados en falacias. Y es que uno de los más graves errores que se ha cometido al intentar defender los derechos de la mujer es que se ha olvidado de otros derechos igual de importantes: los del hijo de esa mujer.

     

Las falacias del derecho a abortar.

1. La primera y a mi parecer más importante falacia, pues en esta se sustentan todas las demás, es el derecho a decidir de la mujer sobre su cuerpo.

La falsedad de este argumento es obvia. Una madre embarazada, biológicamente hablando, sustenta, protege y alimenta su hijo mientras está en su vientre, pero eso no significa que ambos cuerpos sean el mismo, de hecho su ADN es diferente. Y una cosa es el derecho a decidir de la mujer (o cualquier otro ser humano) sobre su cuerpo, y otra cosa son los derechos que tenemos sobre aquellos que estén a nuestro cargo o dependen de nosotros para sobrevivir.

Simplificándolo todavía más: decidir sobre nuestro cuerpo no es decidir sobre la vida o muerte de nuestro hijo, porque nadie puede decidir sobre la vida y la muerte de nadie, tenga ochenta años, treinta años, diez años o seis semanas. Porque somos humanos, no dioses, y si no respetamos la vida del otro, especialmente la de los más inocentes, entonces dejaremos de ser humanos, seremos solo bestias.

(Diferente cuestión relacionado con esto último es la pena de muerte, todavía vigente en no pocos países. En ellos un juez legalmente puede decidir sobre la vida de alguien que ha cometido una serie de crímenes de especial gravedad. Estoy en contra de la pena de muerte por el mismo razonamiento que acabo de hacer: nadie debería decidir sobre la vida o muerte de nadie. Y es por eso que también estoy a favor de la cadena perpetua revisable en casos donde se tiene la certeza de que el individuo al quedar en libertad volverá a atentar contra la vida o integridad de otros seres humanos. Porque de la misma manera que hay que respetar a la vida hay que confinar a aquellos que atenten contra ella. Por desgracia en la mayoría de países se acaba legislando bien por exceso, bien por defecto.)

2. La segunda falacia es la de asegurar que un feto en fase embrionaria no se considera un ser humano (es decir, durante las 14 primeras semanas, que es cuando en España se permite abortar). De nuevo nos topamos con un razonamiento falso, pues tal como reconoce la biología de donde no hay vida no se puede crear vida, o expresado de otro modo, todo lo que está vivo lo ha estado desde el mismo momento de su concepción. De manera que si un feto de nueve o seis meses está vivo, también lo está con un mes o una semana, solo que en diferente estado de desarrollo.

Poniendo algún ejemplo interpretativo podríamos preguntarnos: ¿si te cortas un pelo y esperas nueve meses saldrá de ahí tu hijo? ¿o con cualquier otra parte biológica de tu cuerpo? Obviamente no. Un ser humano solo nacerá de un ovulo fecundado, un cigoto. Y nada más en el universo, solo ese cigoto, tras nueve meses de desarrollo, dará como resultado un niño.

Por supuesto uno puede engañarse a sí mismo y decirse “no habla, no piensa, no llora, no anda, luego no esta vivo”, pero dándole solo un poco de tiempo, unos par de meses nada más, ese cigoto será un feto que ya sentirá, ya se moverá y, a su extraña y primitiva manera, también pensará.

No queda otra que reconocer que desde el mismo momento de la fecundación el cigoto es un ser vivo, como tú, como yo, solo que él todavía no es consciente de ello. ¿Qué derecho tenemos entonces para privarle con su muerte de ese conocimiento? Y más si es tu propio hijo.

3. La tercera falacia es argumentar que el aborto es la única salida a un embarazo no deseado, y que por tanto evita negativas repercusiones sociales y posibles traumas psicológicos.

Simplificando mucho podríamos hacer dos grupos de mujeres a las que les afecta esta problemática: uno es el de las adolescentes embarazadas, otro el de las mujeres adultas que por muy diferentes circunstancias quieren abortar.

En ambos casos hay dos tipos de causas, unas personales y otras ambientales. La personales pueden ser o bien una mujer que simplemente no desea tener hijos (al menos en ese momento de su vida), o bien puede ser las derivadas de problemas mentales tales como la depresión, esquizofrenia etc. que hace presuponer a la madre que no está preparada para el embarazo y posterior cuidado del bebé.

Las ambientales son básicamente las que surgen de la presión social o familiar, de los problemas de compatibilizar el embarazo con el puesto de trabajo, o de tener escasos recursos económicos. Bien, preguntemos, ¿qué es lo que causa esos graves problemas psicológicos que llevan a la madre a abortar? ¿son problemas hormonales producidos por los cambios sufridos en el cuerpo por el propio embarazo o son provocados por un entorno hostil?

Porque si es lo primero se puede tratar tanto  con fármacos como psicológicamente. No es infrecuente las depresiones en embarazadas, y convendrán conmigo en que lo lógico y humanitario es intentar curar dicha depresión tratando a la madre y no eliminando a su hijo (esto es, abortando) como si éste fuera los gérmenes que provocaron un resfriado. Si usted está deprimido quizá piense en algún momento en el suicidio (porque este es un síntoma típico de dicha enfermedad), pero a nadie en sus cabales se le ocurriría pensar que el suicidio es la manera correcta de curar una depresión.

Ademas de todo esto es lógico suponer que una mujer embarazada no solo no curará su depresión abortando sino que es muy probable que ésta se intensifique, lo cual lo convierte en una opción del todo indeseable.

Respecto a los segundos, si los problemas psicológicos vienen dados por un entorno hostil, por unos padres que se avergüenzan de su hija, de unas alumnas que se reirán de su compañera por estar embarazada, de un jefe que no te dará el ascenso por quedar embarazada, del miedo a no ser capaz de cuidar sola a tu hijo, entonces estamos hablando de un entorno que siempre, y repito, siempre, se puede modificar.

¿Por qué no enseñar a unos padres que no es ninguna tragedia que su hija adolescente esté embarazada, por qué no decirle a las compañeras de clase que apoyen a su amiga en todo lo posible, por qué no castigar a las empresas que discriminen a las mujeres embarazadas en el trabajo, por qué no crear ayudas sociales y económicas a madres solteras y adolescentes con hijos?

Porque es más fácil abortar, ¿no? Puede, pero solo aparentemente, y desde luego no es lo correcto. Y en la vidas no solo debemos hacer lo que nos parezca mas fácil, sino lo que es moralmente correcto.

Ante una situación donde un barco está a punto de hundirse en medio de una tormenta lo más fácil es no hacer nada y dejar que los marineros intenten sobrevivir con sus balsas de salvamento. Sin embargo enviamos helicópteros a rescatar a los posibles supervivientes poniendo en claro peligro la vida de todos lo que realizan el salvamento. Pero esas personas lo hacen sin dudar, no solo porque es su trabajo sino porque saben que es lo correcto. Dan su vida para salvar otras vidas. ¿Tan difícil es entonces no abortar para salvar otra vida, la de un ser humano, la de tu posible hijo? Nadie le pide a una madre que atada a un helicóptero se interne bajo olas de veinte metros de altura para salvar a un marinero que no conoce. Simplemente que deje hacer a la naturaleza y que hable con sus padres, familiares, amigos, compañeros de trabajo para que le ayuden en lo que deberían ser los meses más felices de su vida. Y sin duda el Estado debería ayudar por medio de leyes y prestaciones económicas a que nazcan vidas, y no a matarlas.

4. La cuarta falacia es la creencia de que el aborto no supone ningún peligro para la salud de la madre. Creencia del todo falsa, pues aunque la probabilidad es baja, el aborto puede producir esterilidad. Y que ahora no se quiera tener un hijo no significa que no se quiera tener nunca. Es un riesgo pequeño, estadísticamente hablando, pero de consecuencias terribles. E inalterables. (Es cierto que un parto también conlleva sus riesgos pero la diferencia es que un parto es un acto biológico natural (y que da vida) y el aborto es la interrupción de un acto biológico natural (y quita una vida)).

Lo que ya no es un porcentaje tan bajo es el de las mujeres que sufren depresiones, a veces de por vida, por el arrepentimiento de haber abortado. Por encima de todas estas falacias está siempre el instinto de una madre, y este siempre le dice, a veces incluso gritando, que desde el primer segundo de concepción lo que anida dentro de su ser es su hijo. Y cuando se silencian esos gritos con problemas que siempre amplificamos (falta de dinero, mis padres se enfadarán, no me darán ese ascenso) eso no quiere decir que dejen secuelas emocionales que costarán mucho curar.

5. Quinta falacia. Uno de los argumentos más repetidos por los proabortistas es que la prohibición no impedirá que se produzcan abortos ilegales, ejecutados además en pobres condiciones sanitarias, con personas poco capacitadas, instrumentos quirúrgicos sucios o poco apropiados y con un coste económicamente alto para la mujer que decida abortar. Se justifica el derecho libre al aborto como un mal menor, con el argumento de que una mujer que ya ha tomado la decisión irreversible de abortar lo mejor es que lo haga legalmente y con el menor riesgo sanitario posible.

Este es un argumento además de falaz, muy tramposo, pues viene a decir que no se puede legislar sobre aquellos actos que algunos seres humanos continuarán haciendo a pesar de su prohibición. Aun cuando dichos actos sean inmorales o provoquen daños a terceros.

Es decir, según estos postulados deberíamos eliminar las leyes que penan los robos, pues a veces hay personas que por verdadera necesidad económica no les queda más remedio que robar para subsistir, así que lo más cómodo es eliminar del todo tal prohibición.

Pero no por eso a nadie se le ocurriría despenalizar el robo. O al menos a nadie mínimamente sensato.

¿No sería mejor, como he dicho antes, cambiar las condiciones sociales, familiares y políticas para evitar que estas personas, que quizá no estén tan seguras de ellas mismas como creen, puedan abortar? Si el embarazo no fuera un trauma familiar, sino implicase la perdida de tu trabajo, si tuvieses ayudas económicas y sociales por seguir adelante con tu embarazo, estoy convencido de que se reduciría ampliamente el número de mujeres que desean abortar.

     

Conclusiones.

En un mundo ideal donde los métodos anticonceptivos tuvieran una eficacia del cien por cien y todas las personas la suficiente madurez y libertad para utilizarlos, el problema del aborto casi no existiría. Pero obviamente no vivimos en ese mundo, así que aunque estos métodos anticonceptivos sean muy seguros siempre tendrán algún porcentaje de fallo, siempre habrá sociedades poco educadas en este aspecto, y siempre habrá adolescentes obnubilados por la pasión, además de ocasionales deslices, por lo que la humanidad se tendrá que enfrentar siempre, aunque sea en una baja proporción, a los problemas derivados de un embarazo no deseado.

Y la forma sensata de atacar dicho problema no debería ser como ahora, basándose unicamente en promover el aborto, sino afrontándolo de una manera holística: educando y fomentando la prevención por un lado, y por otra actuando de manera comprensiva, humana y solidaría cuando la situación se haga irreversible.

Estoy casi seguro al cien por cien que si en el ambiente social, familiar, laboral y del circulo de amistades se adoptase una actitud tolerante, de comprensión y apoyo hacia a las mujeres o adolescentes que deciden seguir con un embarazo no deseado, entonces la tasa de abortos sería ínfima.

Además, como señalamos antes, el estado debería promulgar leyes de apoyo social, laboral y económico para la mujer tanto durante el periodo del embarazo como en el posterior de la maternidad y cuidado del hijo. Creo que sería bastante más lógico y racional que el estado dedicase su dinero a apoyar a las madres sin recursos que a fomentar el aborto, es decir, a promover vida que a segarla.

No se puede dejar de mencionar que si una mujer por las razones que sean, económicas, laborales, psicológicas etc., no quiere quedarse con su hijo siempre tienen la opción de dar su hijo en adopción, sin duda una decisión dura para una madre pero infinitamente más humana y recomendable que el aborto.

Existe miles de parejas que no pueden tener hijos y esta es la única manera que tienen de formar una familia. De manera que una mujer que tomase esta decisión no solo estaría contribuyendo a la felicidad de dichas familias, sino que tendría el consuelo de que su hijo seguirá viviendo y siendo cuidado con cariño por otras personas.

Para los casos en que a pesar de todas las ayudas económicas y sociales que se le pueda ofrecer, la mujer quisiese de todas maneras abortar debería ser un grupo de médicos y psicólogos el que decidiera la mejor opción a seguir, después de evaluar tanto a la madre como al desarrollo del feto, algo que me parece más sensato que imponer una fecha limite rígida sea de dos o tres meses (abortar después de ese tiempo, salvo que peligre la vida de la madre, es siempre una barbaridad pues el feto ya tiene forma humana, sensibilidad ante el dolor y un estadio primario de conciencia).

Por desgracia en estos momentos el aborto no se ve como lo que es, una operación médica delicada donde se elimina una vida y que debería ser siempre una última opción para detener un embarazo no deseado, sino como una acción inocua digna de celebración, una reivindicación feminista donde se obvia que está en juego dos vidas humanas, y ahora en Francia se ha llegado al disparate de recogerlo en su constitución como un derecho natural, asemejándolo a otros derechos fundamentales como podría ser el derecho a la vida (con el que está en clara contradicción) o el de no ser esclavizado.

No abortar es sin duda una cuestión de responsabilidad y madurez emocional, de valentía y respeto por la vida, de sentimientos muy profundos y de instintos primigenios, pero es sobre todo una cuestión de humanidad y de amor puro e incondicional: el de una madre por su hijo. Por ello considero, al margen de cuales sean las creencias de cada uno, que es un debate que se debería replantear desde una posición humanista y racional, y no desde las actuales y muy sesgadas ideológicamente, donde la única tesis es que el aborto debe ser siempre legal porque es un derecho de la mujer y ante eso no cabe discusión alguna.

Esta es por supuesto una visión simplista y en escaso razonada que, como he dicho antes, debe ser superada por una visión holística que ayude a encarar mejor este complejo que no irresoluble problema.