Confrontación.
Ser puro árbol yerto,
enraizado en abismos que nadie puede identificar,
con tronco de muy pronunciada inclinación
y ramas sin hojas balanceadas por el viento
como dedos muertos colgando de un ataúd.
El leñador exuda odios y despojos,
acarrea las miserias de un riña familiar
y de mil injusticias soportadas por su amor fraterno,
su ingenuidad desmedida.
Su mirada bruma dice basta:
es un temible temblor de ojos rojos
a punto de desembocar en crepúsculo.
Ambos seres se encuentran,
no hacen falta presentaciones.
Dos desheredados agonizando en un bosque ficticio,
nacido de la imaginación delirante
de un lobo devorando su presa.
Con un movimiento solemne
aprendido de mil jornadas interminables
un hacha hiende al viento
su furia, su ansia,
su desconocida temeridad.
El viento chilla,
la maleza se resquebraja,
dos amantes mueren;
y mientras el tronco gotea lentamente
un pájaro sediento lame la herida
hasta el hondo canal de su muerte
instaurando un fondo negrísimo
donde edificios perennes exhalarán
su último y más refrescante contenido.