Reprimamos

Reprimamos.  (Tiempos Modernos II)

A la par que en ciertas redes sociales se generaliza la critica desaforada carente de toda medida y compasión, en un proceso parejo y a la vez complementario, en este y otros ámbitos se está reprimiendo cada vez con mayor intensidad a todo aquel que se manifieste en contra de la opinión generalizada o sustentada por el dogma oficial.

Esta actitud se está expandiendo como una infección vírica en diferentes ámbitos de la vida y la sociedad, empobreciéndola culturalmente y limitando peligrosamente la capacidad de expresarse con libertad a todo individuo.

Ejemplos de este comportamiento los tenemos en polémicas cuestiones sobre las que hoy en día ya es casi imposible debatir, como el aborto, el feminismo, la inmigración, la medicina alternativa, el Holocausto, la espiritualidad, etcétera. En estos y otros temas similares se han producido grandes mejoras en las sociedades occidentales, sobre todo en lo que respecta al reconocimiento y respeto a minorías sociales, aceptación de ciertos derechos hasta hace poco vedados, y grandes avances de la ciencia que han mejorado sin duda nuestra calidad de vida. Pero estas mejoras innegables (que llevan aparejados sus propios problemas) han provocado como reacción una exageración en la susceptibilidad de ciertos colectivos, de manera que hemos llegado a una situación en que toda opinión discordante con la oficial es entendida como crítica reaccionaria, cuando no en insulto, llevando a perversas e implacables cazas de brujas contra el que se considera disidente.

No se razonan los hechos, pues estos han sido convertidos en dogmas de fe, trasmutándose las Ideologías, la Historia, la Política e incluso la Ciencia en meras religiones en las que debemos creer rígidamente sin cuestionar nunca su veracidad ni la de aquellos que transmiten sus preceptos. Estos nuevos guardianes de la fe, arrogándose la verdad absoluta, no solo tratan de imponer sus creencias (que pueden ser o no razonables) sino que niegan la discusión y tratan como norma de ridiculizar al oponente por medio de ciertas expresiones tópicas y vejatorias. Al fin y al cabo, para qué molestarse en exponer un razonamiento serio y estructurado cuando puedes utilizar un término simplón y despectivo (magufo, conspiranoico, cuñao, facha, machista, etc.) que nada clarifica sobre la cuestión que se está debatiendo y tan solo expone la mediocridad y vileza de aquel que lo utiliza.

Prohibido disentir de la mayoría, a menos que quieras ser excluido del rebaño, es la nueva norma a seguir.

Aborrezco a todo aquel con quien no pueda hablar o discutir, y prefiero mil veces el silencio tranquilizador al ruido incesante de cacofonías y dogmatismos varios que pueblan la sociedad actual. Pero son estos los tiempos que nos han tocado vivir, donde la represión al pensamiento crítico y libre ha encontrado extravagantes y sinuosos caminos en los que instalarse, por ello es responsabilidad de cada uno decidir donde está el límite al conocimiento que quiere (y debe) adquirir.