Lacitos

Basado en una conversación con mi buen amigo Jorge mientras desayunábamos plácidamente frente a la ría de Noya después de una gélida excursión motera.

¿Por qué ahora todo el mundo a la más mínima ocasión, para reivindicar cualquier cosa, por ridícula que sea, se cuelga en su solapa un pequeño lazo de espantosos colores?

Estas son las conclusiones a las que llegamos:

  1. Por sentimiento de pertenencia. Somos seres sociales, nos gusta ser participe de algo mas grande que nosotros y estar acompañados en ello. La soledad, aunque da independencia y tiempo para pensar, no es fácil de sobrellevar, así que compartimos tiempo con otras personas y, de manera más o menos instintiva, copiamos sus costumbres y modos de actuar. Aunque a veces estas sean un poco ridículas.
  2. Gregarismo. Si todos lo llevan luego lo tengo que llevar yo. Íntimamente relacionado con el punto anterior pero con una motivación diferente, pues esta no parte de un refuerzo positivo sino negativo. No llevo el lacito solo para que me incluyan en el grupo, sino además para que no me excluyan. Si hay algo peor que ser un solitario, es ser un apestado.
  3. Descargo de responsabilidad. Si llevo lacito ya no tengo que hacer nada más. Es fácil, cómodo y evita tener que mancharte las manos. ¿Para que actuar cuando puedes fingir que actúas? “Ya serán otros los que solucionen el problema que yo ya me he puesto mi lacito de solidaridad mundial”. Y a dormir.
  4. Maleabilidad del individuo. Somos seres manipulables. Y cambiamos fácilmente de opinión. Y si la tendencia dice: “esto es lo que hay que llevar”, primero obedecemos y luego, si eso, ya pensaremos el porqué y sus consecuencias. Aunque lo habitual es que no pensemos nada, actuemos dejándonos llevar por la corriente, y si todo acaba en desastre dejamos que el cargo de la responsabilidad se diluya entre todos. Porque al fin y al cabo, “yo solo hacía lo mismo que los demás”.

Algún que otro ejemplo perturbador:

Artículo en «El Confidencial»

Artículo en «El Periódico»

Se puede argumentar: llevar lacito no hace daño a nadie, y en determinadas situaciones puede hasta incentivar cambios beneficiosos a la sociedad. Especialmente en los sitios donde está prohibido llevar lacitos. Cierto. Pero si se convierte en obligación social (justo lo que esta pasando en determinados ámbitos) señala al que no lo lleva, lo convierte en alguien de quien sospechar. Y ese tipo de situaciones sí es frecuente que acabe haciendo daño a mucha gente. Lo dice la historia.

Cada uno puede llevar lo que quiera colgado en la solapa, faltaría más, pero por desgracia en nuestra sociedad este acto ha quedado relegado a la moda, gesto de puro escaparate y masajeador de conciencias débiles y sensibles. Poco más. Un acto vano y superfluo cuando no ridículo. Pongámonos un lacito por ello.