El rebaño.
Miradlos, corderillos indefensos
arrimándose al dios que más calienta
bien lejos de la alambrada
no se vayan a pinchar,
cómo obedecen las órdenes,
qué bien educados,
casi ni necesito azotarlos
(un castigo ocasional como ejemplo
y todos aprenden bien la lección)
observa cómo cantan al unísono
cómo se aprietan para darse calor,
da gusto contemplarlos
tan dormiditos,
si es que apenas parecen darse cuenta
que aquel que les gobierna
es solo uno más del rebaño.