“Tres anuncios en las afueras” (por una vez me gusta más el título en español que el original) fue la gran sorpresa cinéfila del 2017 al combinar de manera inusitada un drama crudo y personal, una acertada disección de la América profunda y un humor cáustico e irreverente que no deja pies con cabeza.
Las dos anteriores películas de Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, Siete psicópatas) estaban muy influenciadas por el cine de Tarantino y Guy Ritchie, y aunque tenían comienzos prometedores acababan volviéndose un tanto alocadas e imprecisas. O al menos ese es el recuerdo que me dejaron.
A estas influencias que sin duda perduran ahora habría que sumarle la muy benéfica de los hermanos Cohen, evidente tanto en la creación y retrato de personajes como en la adopción de un ritmo más pausado y comedido, pero todo sin que haya perdido sus señas de identidad. Ahí siguen los diálogos irónicos y afilados marca de la casa, y una historia que dentro de su aparente sencillez muestra múltiples giros y bifurcaciones, aunque esta vez más debido a la evolución de los personajes que a los elementos de la historia en sí.
Pero donde Martin McDonagh alcanza su plenitud como director es sin duda en la dirección de actores, con una triada de protagonistas que roza la perfección: Woody Harrelson continua en un estado de gracia perpetuo, haciendo complejo un personaje tópico mil veces ya visto, Sam Rockwell vuelve a impresionar como en Moon, haciendo sencillo un personaje complejo en sus dilemas morales y comportamiento, y una inmensa Frances McDormand nos dio una de las mejores actuaciones de los últimos años.
No todo es perfecto. A veces se respira cierta sensación de irrealidad por la exageración de algunos comportamientos, la trama transita en ocasiones por sendas poco creíbles, algunos diálogos parecen servir más para el lucimiento del guionista que para la comprensión de la historia, y hay personajes en exceso arquetípicos como ese clásico sheriff justo, sensato, comprensivo, querido y respetado por todos que probablemente solo exista en las películas y series estadounidenses. Pero si estos son los únicos defectos que podamos encontrar en esta o cualquier otra gran obra, bienvenidos sean. Al fin y al cabo basta recordar cualquier episodio real de la crónica negra sucedido en estos últimos años (caso Asunta o Diana Quer) para comprobar que por muy retorcida que sea una trama la realidad siempre supera a la ficción.
Escuchar diálogos inteligentes, aunque sean un tanto excesivos e impostados siempre es de agradecer en estos tiempos donde solo se intenta sorprender mediante efectos digitales, y los personajes arquetípicos se convierten en arquetípicos por una buena razón: sirven de modelo y referencia moral para calibrar y juzgar a los demás personajes de la obra. Mientras no se abuse de ellos y no se conviertan en parodias de sí mismos su utilización acaba siendo en la mayoría de los casos positiva.
Al fin y al cabo, ¿hasta que punto son creíbles las historias de Pulp Fiction y Casablanca? Ambas abusan de estos defectos hasta la extenuación, pero de una manera tan inteligente que acaban convirtiéndose en obras maestras y de referencia (si bien es cierto que su trascendencia es debido a múltiples y variados motivos).
Sin ánimo de entrar en comparaciones sí creo que “Tres anuncios en las afueras” es una de esas obras capaz de conseguir el milagro de transmutar sus defectos y excesos en virtudes, convirtiéndola por derecho propio en una de las películas de referencia de los últimos años.
Publicado originalmente en CeluloideParanoide.