Eternidad

Despido el año con un relato sobre las segundas, terceras e infinitas oportunidades que nos da la vida para arrepentirnos de nuestros errores e intentar cambiar aunque solo sea un poco.

Feliz Misantropía.

   

Eternidad.

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso apoyó su copa de vino tinto en la repisa de la chimenea y, con gesto de seria preocupación, confrontó su mirada a la del imponente espejo que estaba colgado encima.

No podía disimular su amargura, su desánimo, el cansancio profundo debido a la doble traición recibida. Y aunque en cierta medida era la viva imagen de un hombre derrotado; un poco por orgullo, otro poco por tozudez, se resignaba a desfallecer, a abandonarlo todo y disfrutar del merecido descanso después de interminables batallas laborales, empresariales y familiares. Lucharía sin descanso contra el mundo, y el Universo, si hiciera falta.

Si”, se dijo a si mismo mientras cogía de nuevo la copa, “mañana llamaré a ese hijo de la gran puta y lo destrozaré vivo. No sabe de lo que soy capaz, no sabe a que límites puedo llegar si sigue tocándome los cojones. ¿Se cree que ya estoy acabado? Pues todavía tengo un par de recursos en la manga, un par de amigos capaces de hacer de cambiar de opinión al más obstinado de los hombres. Recurriendo a todo lo que haga falta, si es preciso.”

Malhumorado, se sentó en el sillón de cuero que había a sus espaldas y siguió meditando mientras balanceaba el vino con un pequeño gesto rotatorio de la mano.

A todo… y se lo tendrá bien merecido, por traidor, por miserable, porque no solo le llegaba con mi puesto sino que por encima…”

Su rostro, que había vuelto a adquirir restos de su vitalidad habitual, se le agrió completamente.

Espero que solo sean rumores. Que no se haya atrevido a tanto. Pero entonces, ¿por qué me ha dejado sin ninguna explicación, por qué no me contesta las llamadas, por qué ese secretismo…? Y no puedo olvidar cómo ella le reía sus gracias insípidas, cómo me pedía que le invitase siempre a cenar, cómo le miraba… y cómo se miraban. Qué estúpido he sido.”

Apuró la copa de un trago y la apoyó con brusquedad en el suelo.

¿Donde coño he dejado la botella? En la cocina, creo… Joder, tienes que calmarte, estás paranoico, no tienen ninguna prueba, quizá tan solo ella…”

     

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso, de nuevo de pie frente a la chimenea, apoyó en la repisa su copa otra vez llena y se miró al espejo con gesto de severa perplejidad.

Qué extraño”, pensó, “acabo de tener el deja vu más intenso de toda mi vida. Esto ya lo he vivido ¿no?”

Se dio la vuelta y observó durante breves minutos el salón, escudriñándolo todo, intentando en vano buscar alguna anomalía, algo que difiriese de la monotonía acostumbrada, del orden preestablecido; pero todos los muebles seguían en su sitio, la enorme lámpara de vidrio colgaba como siempre del techo, el sofá de cuero volvía a estar desocupado, la soledad habitual invadía la casa tal como lo había hecho en estos últimos dos meses, desde que ella, de manera repentina y sin esgrimir ningún porqué, abandonó la casa con tres maletas llenas de ropa. Y de joyas, algunas de las cuales ni siquiera le pertenecían.

Volvió a coger la copa, le dio un profundo sorbo y suspiró mientras se sentaba de nuevo en el sillón.

Qué más da, me hago viejo. No… estoy viejo, soy un viejo de mierda y ese hijo de la gran puta lo sabe y quiere quedarse con toda la empresa ahora que está tan cerca mi jubilación.”

Confié en él, a pesar de las reticencias de mis hijos, gracias a su expediente y referencias impecables, pero reconozco que nunca me acabó de gustar. Sabía que algo oscuro y podrido se ocultaba detrás de esa mirada firme, tan segura de sí misma. Esa mirada a la que ni siquiera ella ha podido resistirse…”

      

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso permaneció inmóvil frente al espejo colgado encima de la chimenea, mirándose fijamente, con la copa levantada en la mano en gesto absurdo a medio terminar. Una extraña sensación de aturdimiento lo invadió y un recuerdo a la vez vago e intenso de haber vivido ya dos veces esa situación se apoderó de su mente hasta dejarla al borde del colapso.

Joder, ¿qué coño está sucediendo? Esto es de locos…”

Cerró un momento los ojos y comenzó a respirar profunda y pausadamente.

Vale, no te dejes llevar por el pánico, serénate y piensa. Piensa. Piensa… ¿Qué puedo hacer?”

Ya sé, una pequeña prueba, que me demuestre que no me estoy volviendo loco, que esto si está realmente pasando.”

Abrió la mano y dejó caer la copa, que estalló contra el suelo manchándole de vino el bajo de los pantalones.

Veremos que dice ahora la entropía de esto.”

De nuevo se dio la vuelta y volvió a contemplar los muebles del salón, intentando controlar sus pensamientos, esperando pacientemente en medio de una confusión absoluta, de una oscuridad que volvió a acecharlo y a disolverlo todo.

        

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso observó la copa que ya no estaba en el suelo sino que volvía a sujetar con la mano, frente al espejo colgado encima de la chimenea. Miró el bajo de sus pantalones de nuevo impolutos, y para su sorpresa sonrió, un poco por mezcla de incredulidad y sorpresa, otro poco por un miedo profundo e insondable que era incapaz de digerir.

Bebió el vino de un solo trago, lanzó de nuevo la copa, esta vez con desgana a sus espaldas, y comenzó a pasear pensativo dando círculos por el salón.

Creo que ya lo entiendo. Estoy atrapado en mi propio deja vu. En un ciclo de tiempo que se repite una y otra vez, como cuando se atascaban en los cines las viejas cintas de celuloide.”

Con lo cual, en realidad, ya nada importa, ni ella, ni su traición, ni ese cabrón de mierda al que ya no podré matar con mis propias manos… “

Y que quizá en este momento esté muerto de miedo y completamente desconcertado como yo estoy ahora.”

Volvió a sonreír, esta vez con satisfacción, y una excelente idea germinó en su cabeza.

Palmó en sus bolsillos en busca del móvil, lo sujetó tembloroso, accedió a los contactos habituales y pulsó su número.

Sonaron uno, dos, tres, cuatro, hasta veinte tonos, pero no respondió. Volvió a llamar una y otra vez con el mismo resultado.

Hijo de puta…”, susurró con amargura, “tengo toda la eternidad para mi y no puedo ni reírme de él por estar atrapado también este delirio y decirle que si alguna vez salimos de esto voy a desollarle vivo, voy a hacerle sufrir como ningún otro hombre ha hecho…”

¿Y si la llamo a ella?”

Para qué. Sé que no va a contestar. Desde que se ha ido nunca contesta.”

¿Y a mis hijos que tampoco me hablan? O a su madre, de la que hace demasiado tiempo que no sé nada. En teoría ellos también estén pasando por esto. Pero, ¿qué puedo hacer por ellos? Si esto le está pasando a toda la humanidad, a todo el Universo… ¿qué puedo hacer yo por nadie? ¿Y qué broma amarga es esta? ¿Se ha vuelto Dios loco, se ha vuelto loca la realid…?”

         

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso se contempló de nuevo en el espejo, dejó la copa sobre la repisa de la chimenea, cerró los ojos y comenzó a inspirar y expirar profundamente para intentar relajarse.

Serénate, piensa en tus hijos, puede que estén sufriendo esta pesadilla como la estás sufriendo tú. Así que al menos inténtalo.”

De manera inconsciente sacó el móvil de su bolsillo y lo acercó a su cara. “Llamar a Alejandro”, dijo en voz alta. Al tercer tono una voz seria y cínica contestó con cierta desgana:

-Hola, Papá. Qué sorpresa. Supongo que si llamas es porque ha pasado algo importante.

-Eeeh, hola hijo, si.

Permaneció en silencio.

-¿Y bien?

-No te acuerdas de nada ¿no?

-¿De qué me tengo que acordar?

-De que todo se está repitiendo.

-¿Estás hablando de la empresa? Mirá, no quiero saber nada, te lo dejé bien claro en nuestra última conversación. Y si ahora te traiciona quien en tanto confiaste te aseguro que lo tienes bien merecido. Yo ya te avisé bien claro que era un hijo de puta sin escrúpulos que…

Lo interrumpió bruscamente:

-El Universo acaba de colapsar, ha llegado a su fin, y aproximadamente sus últimos cinco minutos se repiten en un bucle eterno del que no sé cómo salir. ¿De verdad no eres consciente de ello?

-Joder… ¿de qué coño estás hablando?

-Gracias a Dios que no te acuerdas. Mejor así. Porque entonces para ti es como si todo solo hubiera pasado una vez. Una repetición de la que no eres consciente no es una repetición, es simplemente un instante más en el tiempo.

El tono del hijo pasó al de una seria preocupación.

-Papá, creo que te ha dado un ictus, estás desvariando. Espera que voy a llamar a una ambulancia. Estás en casa ¿no?

Sonrió.

-Sí. Y te aseguro que no me voy a mover de aquí. No podría aunque quisiera… Curioso, quizá sea el único que se acuerda, quizás yo…

        

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso permaneció unos segundos inmóvil con la copa en la mano, todavía sin acostumbrarse demasiado a estos súbitos reinicios. Suspiró abatido, bebió un pequeño sorbo de vino y y siguió hablando a un interlocutor invisible mientras paseaba de nuevo por el salón.

Quizás yo me haya muerto y estoy en el infierno por los pecados cometidos, que han sido unos cuantos y de no poca crueldad. Quizá me lo merezco y quizá sea el único ser humano que tenga que soportar este suplicio absurdo. Porque no he sido un buen padre ¿verdad? Os di lujos pero poco cariño y compañía…”

En fin, ya sabes como soy, eso no es lo mio, aunque desde luego no podéis negar tú y el desagradecido de tu hermano que os hice hombres de provecho. Los dos aprobasteis una carrera universitaria, tenéis más que decentes trabajos, dinero de sobra y una mujer que os soporta.”

Bueno, la mujer de tu hermano no hay Dios que la aguante, pero a él parece gustarle a pesar de que lo trata como un mierda. Y al menos le ha dado dos nietos que afortunadamente apenas he visto tres veces. Así que… todos contentos ¿no?”

Se detuvo un instante, consciente de lo ridículo de la situación, con ganas de mandar todo a la mierda en uno de sus habituales estallidos de mal humor, pero muy a su pesar un creciente sentimiento de culpabilidad estaba anidando poco a poco en su conciencia, debilitando su ya mermado coraje, su soberbia, lo poco que le quedaba de razón.

Acabó el vino de un trago para intentar serenarse, lanzó la copa a un lado sin mirar donde caía y siguió caminando sin rumbo.

Respecto a tu madre, sí, fui un poco cabrón con ella, lo reconozco, pero qué quieres que te diga, me enamoré de esa mala puta que ahora me ha traicionado como yo os traicioné a vosotros. Así que hay cierta justicia cósmica en esta mierda que me está pasando, que ojalá fuera un puto ictus y no…”

      

…esta insoportable pesadilla”, dijo con voz derrotada el hombre de rostro avejentado y pelo canoso que, resignado y con la copa de nuevo en la mano se sentó otra vez en el sillón de cuero que tenía a su espalda.

Hacía mucho tiempo que no pensaba en la madre de sus hijos, la mujer con la que compartió la mayor parte de su vida, con la que levantó la empresa que estaban a punto de arrebatarle, y a la que dejó, en un cliché mil veces repetido en la historia, por otra más joven, más guapa y mil veces más despiadada.

Quizá sepa por lo que estoy pasando y se apiade de mí”, se dijo sin mucho convencimiento. “Bah, por intentarlo no pasa nada”

Cogió el móvil y llamó a su exmujer, tres veces, y luego, por mero instinto, por intentar mitigar esa derrota, a su otro hijo, pero tampoco contestó.

Cojonudo, toda la eternidad para mi y nadie quiere hablar conmigo. Solo Alejandro, por compasión, porque de tan bueno es tonto, se digna a contestarme. Y es precisamente con el que menos quiero hablar, porque a su particular manera sé que me ha perdonado, que todavía me quiere como un hijo quiere a un padre, por muy hijo de puta que haya sido, así que… poco hay que hablar entre nosotros. Ni me interesa su trabajo de informático ni su insípida aunque buena y estéril mujer. ¿Para qué molestarle?”

Es mejor olvidarme del mundo ya que el mundo parece haberse olvidado de mi, y me ha apartado a este rincón disparatado sin principio ni final. Y del que probablemente ni la muerte me proporcione una salida…”

Una profunda angustia lo invadió. Dejó caer la copa de vino en el suelo y por primera vez en su vida se sintió completamente hundido, sin esperanzas.

Joder, qué coño voy a hacer ahora…”

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso, a la vez que miraba con amargura e infinita desesperación al reflejo de su rostro, aplastó con la mano derecha la copa de cristal que tenía agarrada, y arqueando hacia atrás la espalda comenzó a darse cabezazos contra el espejo en un frenesí cada vez más acelerado, salpicando el salón de sangre, jirones de carne y trozos de cristal hasta que el cuerpo dejó de responderle y cayó hacia atrás, quedando tumbado de espaldas, contemplado el techo color crema mientras sentía como gotas sanguinolentas le recorrían la cara y un intenso dolor se apoderaba de su cabeza.

Permaneció así, jadeante, respirando con dificultad, mientras ya solo podía pensar: “Vuelve a aparecer, espejo, espejo, espejo, espejo…”

        

Y el hombre de rostro avejentado y pelo canoso volvió a contemplarse frente al espejo, otra vez intacto al igual que su frente, todavía arrugada pero ya sin cortes ni sangre derramada. Bebió la copa de un trago, la tiró con todas sus fuerzas contra una pared, y cuando su vista se cruzó consigo mismo en el reflejo comenzó a reír, como un loco poseído, sin poder parar, sin casi poder respirar, durante un largo minuto hasta quedar exhausto. Permaneció unos segundos jadeante, apoyado en la repisa, y cuando retomó fuerzas se dejó caer en el sofá de cuero y comenzó a llorar.

      

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso suspiró profundamente, muy serio, dejó por enésima vez la copa en la repisa y se dijo: “No seas un mierda. Reacciona. Te estás comportando como un crío. Ya has lidiado anteriormente con situaciones muy complicadas y siempre, de una manera u otra, te has sabido sobreponer. Piensa, sé lógico, intenta buscar la parte positiva todo esto. Tienes toda la eternidad por delante, así que puedes hacer y decir lo que desees sin ninguna consecuencia para ti y para nadie…”

Una luz se le iluminó dentro de la mente. Una luz vengativa y rencorosa que sin embargo acababa de insuflarle el poco de ánimo que necesitaba para al menos seguir existiendo, continuar sin abandonarse a la locura.

Sacó el móvil de su bolsillo y cuando estaba a punto de marcar, se detuvo y dudó, pensativo: “¿Pero no ibas a dejarlo en paz? Bah, solo una vez más, de todas maneras no se va a acordar. Eso es lo divertido”

Volvió a llamar a su hijo Alfonso, que de nuevo contestó al tercer tono con voz cínica y desganada.

-Hola papá. Qué sorpresa. Supongo…

-Escucha atentamente –le interrumpió–, tienes el número de teléfono de ese hijo de la gran puta que está a punto de robarme la empresa ¿no?

Se hizo un instante de silencio sepulcral y finalmente contestó, seco.

-Si, lo tengo.

-Pues llámale. A ti te responderá, aunque sabe que no le aprecias te considerá un posible aliado. Es así de retorcido. Y dile que ya he pagado a dos colombianos para que esta noche le rajen vivo y se diviertan con él como a ellos les parezca.

La voz de su hijo se volvió angustiada, temblorosa.

-¿Qué? ¿Qué has pagado…? Quiero pensar que es una broma, para acojonarlo.

-No, ya está todo hecho y no hay marcha atrás. Avísalo, pueden entrar en su casa en cualquier momento. Y matarán a todos los que estén con él.

-Joder papá, qué coño has hecho. ¿En serio has…?

-No hay tiempo, llámalo y confirmamelo por un mensaje. Si pasa algo yo asumiré toda la responsabilidad, tú no tienes que preocuparte de nada. Rápido.

Colgó, se sentó en el sillón y con cierta impaciencia bebió lo que quedaba de vino mientras miraba constantemente como pasaban los segundos en su reloj. Finalmente un pequeño zumbido le avisó de que había recibido un mensaje de texto. Lo leyó:

Ya se lo he dicho. Se ha puesto como un loco. Espero que sea una broma de las tuyas, aunque si lo es no tiene ni puta gracia”.

Sí que la tiene”, pensó se dibujaba una enorme sonrisa en su rostro. “Ya que me tengo que joder toda la eternidad, que al menos él en esta se acojone un poco. Es justo ¿no?”

Apagó el móvil para que nadie le molestase en estos breves instantes placenteros y cerró los ojos, esperando a que todo volviese a empezar.

      

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso hizo un gesto de brindis a su reflejo del espejo, bebió un pequeño sorbo de vino, y al mirarse con detenimiento se encontró por primera vez en mucho tiempo con alguien sereno, que no inspiraba pura lástima.

Quizá lo vuelva a repetir… Si, seguro que lo haré, y añadiéndole diversos ingredientes de sadismo y originalidad.”

Se sentó en el sofá de cuero apoyando la copa en el suelo, sacó el móvil y lo miró, pensativo.

Pero no todo va a ser divertirse, también puedes hacer algo más productivo, como intentar arreglar un poco las cosas con tu familia, por ejemplo.”

Cerró los ojos y suspiró.

Ah mierda, es un poco triste pero es mi único punto de contacto con el mundo, el único que en toda la eternidad, después de una vida de tanto esfuerzo y sacrificio, se digna contestar mis llamadas.”

Una punzada de aguda tristeza y sentimiento de soledad le recorrió todo el cuerpo, desbloqueó la pantalla y marcó de nuevo el número de su hijo, que respondió con la frialdad habitual.

-Hola, Papá. Qué sorpresa. Supongo que si llamas es porque ha pasado algo importante.

-Hola, sí. No es que esté a punto de morirme ni nada de eso pero… estoy pasando por un momento de grandes cambios y me apetecía hablar contigo, escuchar tu voz, y… bueno, disculparme… por el daño que os he hecho a vosotros y a vuestra madre.

Permanecieron unos segundos en silencio. No quería decir nada más, esperaba que su hijo percibiese en su voz un fondo de honestidad, de arrepentimiento verdadero, pero cuando volvió a hablar seguía con su tono sarcástico habitual. Una vida de desastres no podía arreglarse con una simple llamada telefónica.

-Ya. Has bebido ¿no?

-No, es decir, me he servido una copa de vino, pero en esta realidad aún no la he bebido.

-¿En esta realidad?

-Si… en… esta vida nueva que llevo. Escucha, no pretendo que haya ahora una gran reconciliación padre-hijo ni que volvamos a reunirnos todos en Navidad como antes, aunque a veces acabase en desastre. Solo quiero que sepas que honestamente estoy cambiando, me voy a olvidar de la empresa y de todo lo que me estaba amargando la vida e intentaré… ya sabes, ser mejor persona.

-Vaya, ¿has hecho un curso de autoayuda o algo de eso?

Sonrió.

-Si, algo parecido. Empiezo a ser consciente de ciertas cosas, de algunos graves errores que he cometido, y de no haber dado prioridad a lo que de verdad importa.

-No te habrás metido en una secta ¿no?

Ahora ambos sonreían.

-No, claro que no. Me estoy ablandando, no volviendo gilipollas.

-Si, eso suena ya más tú.

-Por cierto, ¿cómo está tu madre? No… no quiero saber ningún detalle personal ni nada de eso, solo necesito que me digas que está bien y con eso me conformo.

Se hizo de nuevo el silencio, demasiado largo, demasiado angustioso. Tuvo un mal presentimiento.

-¿Alfonso?

-Joder, me hizo jurar que no te lo diría, -susurró en tono mucho más serio.

-¿Qué? Por favor. No quiero detalles, solo dime que está pasando.

-Mierda… tiene cáncer. Terminal.

       

¡Joder, ahora no, no en este preciso momento!”, gritó con rabia el hombre de rostro avejentado y pelo canoso, salpicando de vino toda la alfombra con sus gesticulaciones descontroladas.

Dejó la copa media vacía en la repisa de la chimenea, cogió el móvil con nerviosismo y lo acercó a la cara: “¡Llamar a Alfonso! ¡Rápido, joder!”

-Hola, Papá. Qué sorpresa. Supongo…

-Sé lo de tu madre.

Volvió a hacerse el silencio. Dejó que pasasen unos segundos para tomar aire y continuó.

-Escucha atentamente, sé que he sido un hijo puta, sé el daño que os he hecho a todos vosotros y especialmente a ella, pero creo que también sabes que el destino me lo ha hecho pagar bien, me han traicionado todos y estoy a punto de perder la empresa. Y me da igual. Te lo juro, y creo que sabes por el tono de mi voz que estoy siendo sincero. Me importa ahora una mierda la empresa y esa estúpida zorra que obviamente solo quería mi dinero. Así que por favor, dime cómo está, cual es su pronostico y si puedo hacer algo, cualquier cosa por ella.

-¿Cómo te has enterado?

-¿Eso importa ahora? Vamos Alfonso, el frio y despiadado de la familia soy yo; no intentes imitarme, no es tu estilo, ni tu personalidad. Sé que eres mucho mejor que eso, y lo sé porque aún con todo lo que has tenido que aguantar eres el único que me coge el teléfono y se digna a hablarme. Y eso tiene que significar algo… Te lo suplico si hace falta, pero por favor dime cómo está…

Su hijo suspiró. Su tono se volvió por fin compasivo.

-No hay nada que hacer, el cáncer está totalmente extendido, pero con los paliativos puede que dure un año. Quizá algo más, sabes que es dura y está cuidando su alimentación, haciendo ejercicio… hasta se ha metido a yoga. No se rinde.

-No… nunca se rinde. En eso ambos coincidimos, somos muy tozudos, y no importa a lo que tengamos que enfrentarnos…

-Bueno, en este caso si importa. Porque lo único que puede ganar es tiempo.

-Si, y curiosamente a mi me sobra…

-Bueno, eres mayor que ella y nunca te has cuidado mucho.

-Ya, no lo decía por eso. En fin, lo más triste es que… quizá sea yo el culpable ¿no? Por todo lo que le he hecho sufrir, por…

-No. No te hagas el importante. Le tocó como le podría tocar a cualquiera. Un divorcio te amarga la vida, pero a veces también te libera. No creas que le hiciste tanto daño, sabía desde hace tiempo que la engañabas y… sabía que vuestra relación ya estaba enferma. No eres el culpable de todos los males del Universo. De este al menos no.

Se sorprendió al escuchar por primera vez a su hijo hablarle con esa franqueza, quiso contestarle pero se encontró de repente con

      

un hombre de rostro avejentado y pelo canoso que no se atrevió a mirarse al amenazante espejo que tenía enfrente. No soportaba ni la vergüenza por haberse apartado de quienes más apreciaba, ni la impotencia por no poder hacer nada a pesar de todo su dinero e influencia. Se sentó en el sofá y decidió llamar una vez más a Alfonso. No sabía muy bien porqué pero lo necesitaba.

-Hola hijo -dijo antes de que él pudiera pronunciar la frase habitual.- No me preguntes cómo pero me enterado de lo de tu madre, sé que le queda un año y… solo quería saber cómo estás tú y… cómo está ella, de ánimo quiero decir.

Tardó unos segundos en contestar, pero para su sorpresa cuando lo hizo su voz no tenía la frialdad acostumbrada.

-Bien. Dentro de las circunstancias estamos todos bien.

-Me alegra escuchar eso. Verás, lo siento mucho, no te puedes imaginar cuanto, y… si pudieras decirle que lamento profundamente todo lo que le hice y cómo lo hice, y que nunca podré perdonarme… significaría mucho para mi. ¿Lo intentarás?

-Ya veremos.

-Bien, me vale. No puedo exigir más dadas las circunstancias. Me lo he ganado. ¿Y tú y tu mujer, estáis bien? De salud, me refiero.

-Si, a ella le ha dado un poco de reacción la vacuna del covid, pero estamos bien.

-Ya os avisé que no os inyectarais esa mierda, pero nunca nadie me hace caso y luego…

-No empieces ahora con eso, no es el momento.

-Si, perdona, tienes razón. Cuidala y no seas un estúpido como yo.

-Te aseguro que no lo seré.

-¿Y tu hermano? ¿Están todos bien? Aunque no me importaría si dejase de una vez a esa marimandona que lo trata como un pelele.

-Papá…. -dijo sin poder evitar sonreír.

-De acuerdo, de acuerdo, solo bromeaba. Si él es feliz yo también lo soy. Además, si ahora con dos hijos se mete en un divorcio se le arruina la vida. Te lo digo yo por experiencia, y eso que ya erais mayorcitos cuando cometí tal estupidez.

Ahora era él el que sonreía. Estaban hablando como en los viejos tiempos, sin segundas intenciones, sin ironías, sin amargura. Una extraña y anhelada sensación de paz y felicidad lo invadió.

-Solo a ti se te ocurre bromear con ese tema.

-Ya me conoces, la vida es una inmensa broma y no te puedes imaginar hasta que punto. En fin, me despido ya porque creo que en breve todo va a volver a comenzar. Adiós hijo, cuidate y cuida a tu madre.

-¿Qué es lo que va a volver a comenzar?

Esto”, dijo con resignación el hombre de rostro avejentado, muy avejentado, y pelo canoso.

Apoyó la espalda en la repisa de la chimenea y con la mirada perdida saboreó unos breves momentos de calma y reflexión. Haber hablado con su hijo de una manera distendida y amable, aunque solo fuera durante unos breves minutos, le había aportado más satisfacción de lo que pudiera haber imaginado; pero aun así… había algo que le reconcomía, que le impedía sentirse pleno. Y sabía perfectamente lo que era. La pequeña broma que le había gastado a ese traidor hijo de puta había estado bien, se había reído, pero no solucionaba el problema de la propiedad de su empresa. Perderla ya casi no le importaba, casi. Pero que quedase en manos de ese miserable le hacía arder las entrañas, era más de lo que podía soportar, y la vida le estaba enseñando que tenía una gran capacidad de aguante, pero no infinita.

Estaba claro que debía hacer algo que pudiese replicar si todavía estuviese en la vida normal, y no atrapado en esta cárcel de tiempo donde nada tenía consecuencias; algo permanente, definitorio, que dejase totalmente cerrado este asunto.

Sus párpados se ensancharon de repente en gesto de inesperada sorpresa y retorcida satisfacción. Una idea, terriblemente maquiavélica, acababa sin saber muy bien porqué de surgir en su mente, una idea fría y retorcida que se aprovechaba vilmente de la enfermedad de su mujer, pero que lo resolvía todo y en cierta manera compensaba el daño y sufrimiento que le había infligido a su familia.

Ese traidor de mierda no se digna a responder mis llamadas, pero sí puede leer los mensajes que le envíe”, pensó con satisfacción. “Y son lo suficientemente interesantes, los leerá”.

Se sentó cómodamente en el sillón, dejó la copa en el suelo y comenzó a dictar al altavoz del móvil:

Supongo que te habrás enterado de que a mi exmujer le han diagnosticado cáncer. Le queda un año, pero tal como es ella durará como mínimo dos. Así que en un acto de desinteresada generosidad mañana a primera hora le traspasaré todas las acciones de mi empresa. Ahora ella tendrá mayoría en el consejo de administración, así que… ya no te salen las cuentas. Me inmolo a cambio de tu derrota, algo que pago con gusto. En fin, tendrás que seguir siendo un segundón, y teniendo en cuenta que ella nunca te ha tenido en gran estima, en un par de semanas ni eso.

Por cierto, si se diese la desgracia de que muriese repentinamente, heredarían todas sus acciones nuestros dos hijos que, cosas de la vida, te odian todavía más que yo. Si es que eso es posible.

Disfruta lo que queda del día. Un saludo.”

Envió el mensaje. Si algún día llegaba ese hipotético mañana, ya sabía sin la más mínima duda lo que debía hacer. No era el final soñado pero si el mejor de los finales posibles, y le proporcionaba al menos un propósito, una esperanza de futuro que le daba ánimos para continuar cuerdo y no rendirse, jamás.

Al minuto exacto comenzó a vibrar y sonar el móvil. El nombre de ese hijo de puta salia reflejado en la pantalla, pero ahora era él quien disfrutaba no contestando, recreándose en la insípida melodía de llamada mientras bebía a pequeños sorbos el excelente vino que todavía llenaba su copa.

Esto supera a lo de los colombianos… y lo mejor es que puedo repetirlo cuantas veces quiera”.

Cerró los ojos y disfrutó del momento.

        

El hombre de rostro avejentado y pelo canoso apoyó su copa de vino tinto en la repisa de la chimenea y, con gesto de profunda paz y serenidad, confrontó su mirada a la del imponente espejo que estaba colgado encima.

Había mitigado en gran parte su amargura, su desánimo, y la doble traición recibida era ya solo un vago recuerdo que apenas perturbaba sus pensamientos. Sí, era la viva imagen de un hombre que se había perdonado a sí mismo y que, a pesar de estar atrapado en un inverosímil reinicio constante de la realidad, un poco por orgullo, otro poco por tozudez, se resignaba a desfallecer, a abandonarse y sucumbir a sus más bajos y sombríos instintos. Seguiría luchando contra el mundo, y el Universo, si hiciera falta.

Se miró fijamente a los ojos y lo vio claro.

Ya nada importa. Mi exmujer con cáncer nunca morirá, ni mis hijos, en realidad nadie más va a a morir nunca; sus vidas se han detenido en este punto sin que sean conscientes, como si fueran los personajes de una película que dejas a medio terminar, porque te aburre o te quedas dormido, y ya nunca retomas, la dejas así inacabada, olvidándola poco a poco, hasta que un día ni siquiera te acuerdas que la habías comenzado. Quizá sea ese mi destino, avanzar hacia el infinito hasta olvidarme de toda mi vida anterior, incluso de quien realmente soy.”

Y cuando llegue ese momento de fusión plena con el eterno presente, ya no necesitaré de llamadas a familiares malhumorados ni a traidores indecentes, no sentiré pena por mi mismo, ni alegría, ni aburrimiento, ni placer; simplemente seré uno con el tiempo. Entonces quizá el Universo se desatasque y vuelva a girar, y todas las estrellas y planetas e insignificantes seres humanos puedan continuar con su vidas, sabiendo que yo ya habré concluido la mía.”

Se dio la vuelta y suspiró, sonriente, en plena e inusitada armonía consigo mismo.

Pero hasta que llegue ese momento final, si es que algún día llega, tendré que hacer algo útil”.

Inspeccionó pensativo los muebles que tenía ante su vista, y se fijo en una pequeña biblioteca que había apoyada en una de las paredes del salón. Caminó hasta ella, echó un rápido vistazo sin mucha convicción y cogió un libro al azar.

Qué más da”, pensó, “tengo todo el tiempo del mundo para volver a leerlos una y otra vez.”

Volvió al sofá, se sentó y miró con fastidio su reloj de pulsera. ”En el próximo reinicio tengo que ser más rápido”. Abrió el libro y comenzó a leer.

       

El hombre…